| Título: Historia mínima del Cosmos Autor: Manuel Toharia Año: 2015 Páginas: 300 Editorial: Turner ISBN: 9788416354023 |
En esta obra, el físico, divulgador y otrora 'hombre del tiempo' Manuel Toharia realiza un recorrido breve, pero ilustrativo, de cómo ha sido la evolución del universo y del ser humano como especie inteligente dentro de él. Como reza el propio subtítulo del libro: “La historia de todo lo que existe, desde el Big Bang a hoy, y cómo lo hemos sabido”.
Y es que en efecto, a lo largo de las cuatro secciones en que se divide, consigue ponernos en la piel de aquellos primeros seres humanos que, mirando a las estrellas se preguntaron que qué narices era todo aquello; recorriendo el paso del tiempo desde su mismo origen hasta el día de hoy, en que hemos llegado a aventurar lo que ocurrió en aquel lejano principio, y abrimos una ventana de posibilidades a lo que podrá venir en el futuro.
Mi recomendación ya de antemano es la de que merece mucho la pena inmiscuirse en sus páginas, pero para aquellos que tengan la duda, o simplemente quieran saber con un poquito de detalle los diferentes puntos que se tratan, a continuación os hago un breve comentario del índice de temas del mismo:
Primera parte: cosmogonías
1. Mirar al cielo
2. Cosmogonías
3. Los primeros intentos
4. Grecia clásica
5. Oscurantismo medieval
En esta primera parte ya se nos plantea desde un principio la distinción entre cosmogonías y cosmología. Ambas pretenden explicar el origen del mundo, solo que mientras que las primeras se basan en mitos y leyendas que en muchas ocasiones recurren a entidades sobrenaturales para dar cuenta de sus explicaciones, la segunda tiene sus cimientos asentados en el conocimiento científico.
Y es que, si bien no lo consideraríamos ciencia con la perspectiva actual, en la antigua Grecia ya hubo pensadores que se salieron de esa tónica mitológica para la explicación, e intentaron dar una justificación a lo que veían mediante cosas tangibles, como los distintos elementos que de hecho podían palpar y las transformaciones que éstos sufrían.
Pero, y mal que nos pese, estos avances se vieron lastrados con la aparición de una nueva visión cosmogónica, o mejor dicho, teogónica. Con la institucionalización de las tres grandes religiones monoteístas y las iglesias monopolizadoras de todo lo que ocurría en el mundo terrenal (en particular, la Iglesia Católica), la versión oficial quedaba claramente marcada y acotada, y ojo con quien pretendiera salirse de ahí.
Segunda parte: nace la cosmología
6. Cosmogonías y cosmología
7. Copérnico
8. La Iglesia contraataca
9. Por fin, Galileo
10. Newton (y Kant)
11. La Enciclopedia
Decía que ojito con salirse del linde demarcado por la Iglesia Católica, ya que la historia nos ha mostrado más de una vez lo que puede suponer enfrentarse al dogma establecido por la ideología dominante. Es en esta tesitura donde personas como Copérnico, Bruno, Kepler y Galileo dieron a conocer sus estudios acerca de los cielos, y sus conclusiones que plantean que quizá no todo giraba en torno a la Tierra (ni en consecuencia en torno al ser humano), sino que por lo menos éramos nosotros los que rotábamos, como cualquier otro planeta de nuestro sistema, en torno al Sol.
Como decía, semejantes aseveraciones en aquel contexto no eran baladíes, y para muestra la reticencia de Copérnico a publicar, la cremación en vivo de Giordano Bruno o el arresto domiciliario de Galileo. Y sin embargo, la Tierra se movía y giraba como bien tuvo a explicar Newton (que se movía, porque los motivos de por qué lo hacía no eran hipótesis que el británico estuviese dispuesto a afrontar).
Lo que sí era claro, es que gracias a este periodo (en ocasiones mal llamado “Revolución Científica”) se dio un vuelco a la concepción que se tenía del mundo y del modo de acercarnos a su conocimiento.
Tercera parte: del Big Bang a hoy
12. Los tres primeros minutos del cosmos
13. Galaxias, estrellas… y el Sol
En esta tercera parte damos un salto desde esa sociedad que estaba empezando a abrir su mente al conocimiento (o más bien, acallando las imposiciones eclesiales) para ir a lo más lejos que nuestra mente ha alcanzado a llegar. Al mismísimo comienzo de todo, donde gracias a los avances en cosmología (detonados por la Teoría de la Relatividad de Einstein) hemos conseguido plantear una serie de conocimientos acerca del génesis de la propia materia que compone nuestra realidad, y de cómo ésta fue evolucionando hasta dar lugar a galaxias y estrellas, entre ellas nuestro Sol, que en cierto modo es la madre de todos nosotros.
Cuarta parte: la vida, la inteligencia, el futuro
14. La Tierra, desde hace 4500 millones de años
15. ¿Qué nos depara el futuro?
Aprendemos aquí que, una vez que la Tierra tuvo bien a ser una más entre los planetas que serán sus hermanos, la madre que es el Sol proporcionará la energía necesaria para que la vida pueda tener lugar en ella. Desde la formación de los primeros microorganismos hasta la evolución de las diferentes especies, siendo una de ellas la nuestra. Especie la nuestra un tanto particular, ya que tenemos ese matiz especial que venimos a llamar inteligencia, y que nos diferencia del resto de especies que pueblan el planeta. Si bien el resto de ellas están mejor capacitadas que nosotros para prácticamente todo, gracias a la inteligencia hemos sido capaces de suplir esas carencias y avanzar de una manera sorprendente, siendo incluso capaces de transformar el mundo en que vivimos hasta el punto de ponerlo en peligro (aunque lo que realmente está en peligro es nuestro destino, no el de la Tierra, cuya principal preocupación habría de ser la que determine el Sol en el momento en que “se le termine el combustible” y empiece el show estelar que ya hemos podido apreciar en otras estrellas).
En este punto, se centra Toharia (y a muy buen juicio) en valorar la repercusión que la inteligencia humana tiene para con el mundo y para con nosotros mismos como especie, donde hemos conseguido consolidarnos como la “especie dominante”. Lo que sigue es una cita textual del libro a dicho respecto, que me ha gustado especialmente.
“Sin duda, el desarrollo económico ha generado un despliegue impresionante de los conocimientos científicos y tecnológicos que ha acabado por repercutir positivamente sobre la salud de las poblaciones, incrementando la supervivencia de los recién nacidos y los niños, y disminuyendo la mortalidad general. Los seres humanos -todos, sin excepción, aunque los ricos muchísimos y los pobres muy poco- vivimos cada vez más. Y por tanto la población crece aún más. No es que hayamos comenzado a reproducirnos como conejos, sino que estamos dejando de morirnos como moscas”.
Esa capacidad que es la inteligencia puede verse tanto como una bendición como una maldición, ya que la cosas que nos ha permitido alcanzar, y todo lo que con ello hemos logrado, nos está abocando a un proceso que roza la irreversibilidad y que, si no mediamos en él, podría ser el causante de nuestra propia extinción.
De entre las posibles cosas que nos depara el futuro que se comentan al final del libro, es ésta la que a mi juicio es más importante. Lo podemos tener todo, inventar lo ininventable y conseguir lo inconseguible; pero si no miramos a nuestro alrededor y cuidamos el suelo en que vivimos, de poco nos servirán tales hazañas.